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Viajamos a Jordania en diciembre de 2023. Sigue leyendo si te interesa conocer más sobre nuestra experiencia en primera persona en Jordania.

Tabla de contenidos

Lugares que más nos gustaron de nuestro viaje a Jordania

La capital de Jordania no es muy conocida y no sabíamos lo que nos iba a ofrecer. Leímos los días previos sobre su historia y poco a poco nos fue picando la curiosidad. Llegamos al aeropuerto internacional Reina Alia y ya nos estaban esperando para tramitar el visado y llevarnos al hotel.

Lo primero que llama la atención de Ammán son las casas de color blanco, de hecho la llaman la Ciudad Blanca. Parece ser que por ley un porcentaje de las casas deben utilizar piedra caliza, que es lo que da el color blanco. Fue fundada sobre siete colinas, o jebels en árabe, aunque actualmente se extiende sobre más de veinte. Casi la mitad de la población jordana vive en Ammán y eso se refleja en sus calles abarrotadas y en el caótico tráfico. Pasear por el centro, que llaman downtown, es toda una aventura, por la ausencia de pasos de cebra y la multitud que te rodea. Pero es también fascinante, ver todas las tiendas, hombres apostados en las puertas invitándote a entrar con extrema amabilidad y una sonrisa en los labios, los zocos al aire libre llenos del color de las frutas y verduras y el olor de las especias. Día y noche el centro está lleno de vida. Vemos colas en una de las pastelerías más famosas de la ciudad, Habibah, donde el último día compramos unos dulces típicos para llevar a España.

La Ciudadela de Ammán presenta los restos de la antigua ciudad de Philadelphia, nombre dado por los romanos que fundaron la ciudad. En la actualidad se conservan ruinas del Templo de Hércules, el lugar más emblemático del recinto. Construido por los romanos en el siglo II, aún conserva algunas de sus columnas de gran altura. Otra de las estructuras que pueden visitarse es el Palacio Omeya, un edificio creado durante el dominio de los árabes omeyas. La Ciudadela alberga también el Museo Arqueológico de Jordania, que agrupa de manera cronológica vasijas, estatuas y figuras. Justo detrás se encuentran unas columnas que habían pertenecido a una iglesia Bizantina. Desde la Ciudadela se tiene una buena vista sobre la ciudad y sobre el Teatro Romano, excavado en una ladera, que por la noche se abre gratuitamente a la población y es lugar de encuentro de los locales.

No dejes de visitar la Mezquita del Rey Abdullah, la única que deja entrar a los no musulmanes, siempre que lleves una chilaba que te cubra también el cabello en el caso de las mujeres. En su interior, con una enorme cúpula sobre nuestras cabezas, tuvimos una de las experiencias más emocionantes del viaje ya que coincidió con la llamada a la oración. Asistimos sentadas y en silencio cómo el muecín cantaba una melodía que nos erizó la piel.

El castillo de Ajloun y el yacimiento arqueológico de Jerash se encuentran al noroeste de Ammán. Por el camino pudimos ver los contrastes del paisaje, ya que la parte noroeste de Jordania corresponde con el valle del Jordán, y es donde se concentra la poca agricultura que hay en el país. Sus tierras fértiles ofrecen cítricos, plátanos, granadas y olivos que se plantan en terrazas. Pudimos ver algo de vegetación que contrasta con el resto del país, que es totalmente árido. El castillo de Ajloun se construyó para defender la zona y aportar seguridad ya que se encontraba en un lugar de mucho tránsito comercial. La fortificación sufrió un terremoto que en parte lo derruyó, así como ataques durante la época de las cruzadas. Quedan en pie los túneles de los sótanos y la zona de las mazmorras, todo ello reconstruido.

Continuamos el día para visitar uno de los tesoros jordanos, los restos de la ciudad grecorromana de Jerash, a 17 kilómetros de Ajloun. Esta ciudad formaba parte de las Decápolis del Imperio Romano (las diez ciudades comerciales más importantes de la zona en la época de Alejandro Magno). El recinto es bastante grande y hay restos muy bien conservados, sobre todo el teatro, con una excelente acústica. Paseamos durante unas dos horas, bajo el sorprendentemente cálido sol de diciembre, contemplando el circo, el cardo máximo y el templo de Artemisa. En el mes de julio se celebra unas de los festivales más importantes de Jordania, el Festival de Jerash, en el que participan artistas nacionales e internacionales. Disfrutamos de un almuerzo delicioso en un restaurante cercano y regresamos a Ammán.

Jordania tiene algunos lugares que aparecen en la Biblia y que valen la pena visitar. A una hora y media al sur de Ammán se encuentra el Monte Nebo.

Tras andar unos metros vemos un antiguo mosaico bizantino del siglo VI, cubierto por un techo y protegido por una fina cuerda a lo largo de su perímetro. Damos la vuelta a la pequeña iglesia para acceder al mirador. Hay bruma y la visibilidad no es muy buena, pero en los días claros se puede ver Ammán, el Mar Muerto y Jericó, Cisjordania, a 27 kilómetros en línea recta. Según la Biblia, Moisés divisó desde este monte Tierra Santa, es decir, las montañas de Judea y Samaría. En el mirador se puede ver una cruz de construcción moderna que simboliza la serpiente que representa el bastón de Moisés.

Entramos en la pequeña iglesia construida en los años 90 del siglo pasado con un estilo moderno que, en nuestra opinión, desentona un poco con el lugar. Se construyó sobre los cimientos de una antigua basílica del siglo I D.C y conserva antiguos mosaicos en muy buen estado.

Abandonamos el lugar para dirigirnos a Madaba. Por el camino paramos en una de las numerosas tiendas que venden artesanía local: mosaicos, huevos de avestruz pintados a mano con arena de colores, o joyas hechas con la aventurina, una piedra preciosa que se encuentra solo en Jordania. En el pueblo de Madaba visitamos la iglesia ortodoxa de San Jorge, en cuyo suelo se encuentra un mosaico muy antiguo que representa el mapa más antiguo que se conserva de Palestina.

La joya de la Corona, el lugar más hermoso, mágico y real de todo Jordania. Eso es lo que sentimos tras nuestra visita a la antigua ciudad nabatea. Su localización tan especial, la luz (y eso que estaba nublado), el silencio (no había muchos turistas). Anduvimos casi 20 kilómetros por los diferentes senderos que conforman el recinto. El cielo amenazaba lluvia, pero finalmente nos respetó y pudimos disfrutar del día sin calor y sin multitudes. Nos conectamos de verdad con el lugar. Transmite una energía muy especial.

Hay un sentimiento compartido cuando se camina por el sinuoso Siq (desfiladero) sabiendo que al final, la imagen que vendrá a tus ojos tantas veces vista en internet o en la televisión, te emocionará. Poco a poco, se va haciendo más grande una construcción excavada en la roca, una tumba, llamada el Tesoro. Los nabateos trabajaban muy bien la roca, y lo que hacían era esculpir, no construir. No es fácil trabajar con la roca de esta zona ya que es arenisca que se rompe con facilidad. Por tanto, los nabateos se dieron cuenta de que había que empezar a esculpir de arriba abajo.

El Tesoro es solo el principio de una inmensa ciudad, y queda todavía mucho por excavar. Templos, miradores, calles con columnas, altares, obeliscos y cientos de tumbas. Los romanos ocuparon esta región y dejaron su huella también aquí, como el teatro, ampliado por los romanos y esculpido en roca.

Un sendero empinado lleva hasta otra tumba, muy similar al Tesoro, llamada Monasterio. La ascensión es dura, pero las vistas son increíbles. Si continúas subiendo pasado el Monasterio, llegarás a un mirador donde la roca se corta, con un valle enorme que se abre ante tus ojos. La luz, las nubes, todo es magia.

Si te gusta andar te recomendamos subir a lo que se llama el Sacrificio, el lugar más alto de Petra. Dicen que desde allí se hacían ceremonias religiosas y se sacrificaban animales. El lugar no es más que una piedra circular en lo alto de un mirador. Lo que merece la pena es la ascensión, dura si no estás acostumbrado a andar, pero las vistas son de quitar el aliento.

Hasta hace unas décadas, un pueblo de origen beduino habitaba todo el recinto de Petra, sobre todo en cuevas. De hecho, se pueden ver restos de hogueras en algunas de las cuevas. Una de ellas, enorme, tenía el techo totalmente negro. Cuando Petra empezó a recibir más visitantes y a hacerse muy conocida mundialmente, este pueblo fue invitado a abandonar el recinto y las autoridades lo reasentaron en un pueblo no muy lejos. Su día a día no tiene nada que ver con el de sus antepasados. Tienen permiso para acceder a Petra, nos dijeron que les dan una parte de lo que se obtiene de la venta de entradas, y se ganan la vida ofreciendo paseos en burro o vendiendo artesanía en pequeños puestos por todo el recinto. Llama la atención los hombres, con melena larga y barba muy bien cuidados, y ojos azabaches pintados con khol. Son muy amables con los visitantes, aunque algunos pueden llegar a ser insistentes para que les compres un tour con su burro, ¡por favor no lo hagáis!

Dos recomendaciones más: solo hay dos restaurantes en la parte baja de Petra, de comida buffet que no tiene nada de especial. Llévate tus bocatas y tu bebida y disfruta del almuerzo en un mirador. Visita pequeña Petra antes que Petra, como un pequeño aperitivo de lo que te espera después. De esta manera te sorprenderá más.

Arena roja y montañas de arenisca. El desierto tiene algo que no sabes definir pero que es muy especial. Se tardan dos horas desde Petra, y desde la carretera observamos el paisaje desértico, las aldeas de pequeño tamaño y la poca ganadería. Debe de ser una vida dura para la población local ya que la tierra en esta parte de Jordania es poco fértil y no permite cultivar. Nuestro guía nos cuenta que hay algunas granjas que cultivan diversas hortalizas y forrajes desde hace unos años en el desierto de Wadi Rum, que guarda un importante acuífero en su subsuelo. De hecho, parte del agua que consumen los jordanos viene de esta agua subterránea.

Llegamos al centro de visitantes donde se adquieren las entradas ya que Wadi Rum es una Reserva Natural protegida y es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Continuamos por una polvorienta carretera hasta llegar a nuestro alojamiento. Se llaman campamentos, que ofrecen tiendas de distintas categorías, algunas cabañas de madera y lo que está más de moda y donde dormimos nosotras: la habitación burbuja o martian room. Hecha de plástico y con una parte transparente que permite ver el exterior desde dentro. Ideal para ver el cielo salpicado de multitud de estrellas calentito desde la cama.

Dejamos las maletas en la habitación y saltamos a un jeep para disfrutar del paisaje del desierto. El paisaje nos encanta, rocas, dunas y arena roja. Wadi Rum ha estado poblado durante miles de años por diferentes tribus árabes como los nabateos. Hoy en día todavía viven tribus de beduinos, algunos de ellos propietarios de los campamentos turísticos. Después nos llevan a una duna bastante alta y estratégicamente localizada para ver la puesta de sol. Subimos y nos sentamos para admirar el espectáculo enfrente de nosotras. Regresamos al campamento y descansamos un poco, muchas emociones y mucho por recordar y grabar en la memoria.

Todas las noches hacen una cena tradicional beduina llamada zarb que consiste en cocinar la comida en un agujero hecho en la arena, que cocina la comida como en un horno, en este caso bajo tierra. Primero se enciende un fuego y cuando se apaga se mete la comida en una estructura sobre las brasas y se tapa para que se vaya cocinando a fuego lento durante varias horas. Es toda una experiencia asistir al momento en que sacan la comida del agujero.

Nos acostamos temprano porque vamos a madrugar para ver el amanecer. Bien abrigaditas salimos a las 7 de la mañana, nos sentamos en la arena y vemos aparecer el astro rey de detrás de una montaña. ¡Guau! Para finalizar, indicar que esta área protegida está afrontando varios retos debido al incremento del turismo: tratamiento de residuos, caza ilegal, daño del ecosistema debido a los vehículos que no respetan los senderos indicados. Recuerda que estás en un ecosistema especialmente frágil, haz todo lo posible para no dejar huella de tu paso ya que es un regalo de la naturaleza y es trabajo de todos conservarlo.

A 4 horas en coche de Wadi Rum se encuentra el Mar Muerto. A medida que la carretera va llegando al mar, te das cuenta de lo hundido que se encuentra, como a unos 300 metros por debajo del nivel del mar. Contemplamos las aguas brillantes desde lo alto de la carretera. Nuestro vehículo va avanzando en paralelo al agua, que se encuentra a cierta distancia. Una sucesión de grandes hoteles, separados por algunos metros, van pasando ante nuestros ojos. También vemos a familias, coincide que estamos en viernes, su día festivo, que están sentadas en los márgenes de la carretera haciendo pequeños fuegos y asando comida. Nos sorprende que hagan un picnic justo al lado de la carretera. Algunas se han colocado debajo de los pocos árboles que hay por el lugar.

Para acceder a las playas, hay que entrar por uno de los hoteles que lo bordean. El desnivel es grande y tenemos que bajar escaleras que dan acceso a piscinas y bares dentro del resort. Después de ponernos el bañador, accedemos a un camino de tierra que baja con bastante pendiente. Vamos viendo carteles que indican el nivel del agua y el año. Nos damos cuenta que su nivel está descendiendo dramáticamente y a gran velocidad. Más tarde, nos contará nuestro guía que el gobierno jordano está ejecutando un proyecto para trasvasar agua del mar rojo al mar muerto. Proyecto complicado, entre otras cosas por la diferencia de nivel entre ambos mares y que no cuenta con el respaldo de los ecologistas. Las principales razones que explican la evaporación del mar son: cada vez llueve menos y las aguas del río Jordán cada vez llegan con menos caudal, debido al uso agrario en la parte alta del cauce y otras razones. Por tanto, nos tememos que el Mar Muerto está condenado a desaparecer.

Llegamos a una playa con bastante pendiente, algunas tumbonas y unas duchas. En la orilla, hay dos grandes recipientes con barro del mar. La gente se embadurna por completo y nos dicen que tenemos que tener el barro sobre nuestro cuerpo un máximo de 15 minutos antes de bañarnos. No esperamos tanto y nos metemos en el agua. Flotas sin dificultad e intentamos hundirnos pero el agua te lleva hacia arriba. Es una curiosa sensación. Tras un rato jugueteando nos salimos, no aconsejan permanecer mucho tiempo y además la más mínima herida escuece a lo bestia. La piel se queda sedosa y cierto toque aceitoso. Volvemos al vestuario y nos sentimos frescas y relajadas. Ahora solo quedan 45 minutos de viaje hasta Ammán.

Este es nuestro último día de viaje. Estamos tristes y a la vez contentas por todas las experiencias vividas. Nos dirigimos a la pequeña ciudad de As Salt, que fue primera capital de Jordania. Algo que nos ha llamado atención durante nuestro viaje ha sido ver unos bidones blancos encima de los tejados de las casas. Es agua para uso doméstico, que es repartida semanalmente por las casas. Jordania es un país mayoritariamente de clima desértico y el agua es un bien escaso.

As Salt está ubicada en dos pequeñas colinas por lo que tiene multitud de callejuelas empinadas. En la parte de abajo, como una especie de plaza central, vemos hombres vestidos con el tradicional pañuelo beduino y jugando a el manqala y el backgammon, dos juegos de mesa que todavía entretienen a los jordanos.

Su mercado es pequeño, pero ofrece multitud de frutas, verduras y especias, además de otros productos como menaje de cocina, pan… los lugareños nos miran con curiosidad ya que todavía no ha sido descubierta por el turismo de masas y no vemos a ningún turista por los alrededores. Observamos la salida de unos escolares de una iglesia ortodoxa (la comunidad de cristianos asciende a 5000 en As Salt). Visitamos una pequeña iglesia ubicada en una cueva. Nos paramos a tomar un café donde nos explican la diferencia entre café turco y café árabe, este último mucho más denso y aromatizado con especias como el cardamomo. Otra curiosidad es que en esta zona se cultivan uvas y se fabrica un vino con alcohol, mayoritariamente para la exportación.

¿Por qué elegir Jordania para tu próximo viaje?

Jordania es un país que queda a 5 horas de avión y que tiene una cultura completamente diferente a la nuestra. Para nosotras ha sido sumamente interesante visitar un país de religión musulmana. Nos ha fascinado oír la llamada a la oración de madrugada, sí, te despierta, pero ese canto es realmente hipnotizante.

Nos ha sorprendido visitar ruinas romanas como si estuviéramos en Italia. No sabíamos que griegos y romanos hubieran dejado su huella en esta parte del planeta.

Como nos encanta comer, hemos disfrutado muchísimo de la gastronomía, tan variada y con ese toque mediterráneo. ¡Probamos los mejores y más dulces dátiles de nuestra vida! Por no hablar de la deliciosa limonada con menta que hemos bebido a diario con las comidas.

Nos ha cautivado la hospitalidad árabe, de verdad que la hemos sentido. Sus agradables modales, su amabilidad con el viajero, son una gente realmente espectacular.

¿Recomendarías ir a Jordania en 2024?

Sin duda, SÍ. Viajamos con todo organizado, con un guía y un conductor, ambos jordanos, que hicieron de nuestro viaje una experiencia real y sin preocupaciones. Nos sentimos seguras durante todo el recorrido, sin apreciar ni el menor atisbo de peligro. En Jordania no existe ningún conflicto y la situación del país es de completa normalidad.

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