29 de octubre de 2020. Autora: Silvia Briegas
3 placeres que descubrir en Córcega
Uno de los secretos mejor guardados del mediterráneo. Córcega es un pequeño paraíso que se ha mantenido al margen del turismo de masas, conservando su autenticidad y su carácter.
Con paisajes y experiencias para todos los gustos, su costa oeste destaca por sus montañas y sus acantilados escarpados, mientras que en el litoral oriental hay largas playas de arena blanca y llanuras de un intenso verde. En el centro de la isla los pastos alpinos, los pueblos con encanto y los lagos de altitud completan el catálogo de lugares en los que da gusto perderse y volverse a encontrar.
En Descubrir, estamos tan enamorados de Córcega que hemos seleccionado tres vivencias que son un auténtico placer para los sentidos de los #buenosviajeros.
1. El contacto íntimo con la naturaleza
Ya se trate de playas paradisíacas, de bosques de pino laricio o de escarpadas montañas, Córcega tiene todo tipo de recursos naturales para seducir a los viajeros.
Comenzando por el norte, encontrarás el Cap Corse, una abrupta cadena montañosa que se extiende por la costa durante más de 40 km donde te deleitarás la vista con los viñedos plantados en terraza que llegan incluso a la orilla del mar.
Piérdete entre los olivares y las viñas de la Conca d’Oru, una llanura donde la tierra produce los famosos vinos corsos en un suelo de arcilla y pizarra endulzado por las formaciones calcáreas. Aquí se llevan siglos produciendo vinos, algunos de los cuales se encuentran entre los mejores de todo el Mediterráneo.
Pasando a regiones menos exuberantes, puedes ir al llamado “Desierto de Agriates”. Esta región no es un desierto propiamente dicho, pero el clima que se da aquí es muy árido así que la vegetación crea un paisaje totalmente diferente.
Y como no, teníamos que hablar de las playas de Córcega. Playas de arena blanca y fina escondidas entre acantilados que te darán acceso a uno de esos mares azul turquesa que a menudo se ven en las postales. Eso sí, no son playas para cualquiera. Para llegar a ellas necesitarás un 4×4, unas buenas piernas o un trayecto en barco desde puertos como el de Saint Florent.
Otro centro balneario de la costa de la región de Balagne es Île Rousse, una zona también conocida como “el jardín de Córcega”. Pocas cosas hay más agradables que deambular bajo la sombra de los pplátanos centenarios de la Plaza Paoli o ver jugar a la petanca en la Grande Place rodeada de palmeras datileras.
Recorre el paseo A Marinella, a orillas de la playa Napoleón para llegar hasta la isla Pietra y sus islotes, unas rocas de pórfido de color rojizo que dieron nombre a la ciudad.
Si lo tuyo es la geología, no puedes perderte los famosos calanques de Piana, uno de los paisajes más fotografiados de Córcega. Aquí la roca parece como que se deshace y su color ocre te sumergirá en un placentero estado de ensimismamiento.
La escasez de viajeros en Córcega te permitirá sentirte uno con la naturaleza y uno de los mejores lugares para unirte para siempre a la isla es la reserva natural de Scandola.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esconde espléndidos paisajes compuestos de cuevas, fallas, aguas turquesas y una vegetación rica y variada que jamás olvidarás.
Además, es una meca de la biodiversidad y un referente en materia de protección del medio ambiente: 900 hectáreas de tierra y 1.000 hectáreas de mar que están protegidas de la caza, la pesca y el vivac. Un paraíso casi virgen en el que reencontrarte con la naturaleza más pura al que sólo podrás llegar allí en barco.
Y recuerda: la única huella que debes dejar es en tu memoria.
2. Dejarse llevar por una amable nostalgia
La nostalgia bien entendida puede actuar como un almacén de emociones positivas en la memoria. Y sin duda, en Córcega encontrarás pueblos y personas que te despertarán ese agradable sentimiento.
Uno de nuestros favoritos es Pigna, en el noroeste de la isla. El pueblo está situado en lo alto del valle de Nervia, y no puede ser más bonito el primer vistazo de sus casas beige con ventanas azules en la ladera.
Este pueblo se ha convertido en centro artesanal que en desde hace décadas lucha contra la despoblación rural atrayendo a artesanos que vienen a vivir aquí para retomar oficios ya casi desaparecidos.
Alfareros, escultores, lutieres, ebanistas, pintores…hasta 60 artesanos abren a los visitantes las puertas de sus talleres para que puedas volver a recordad esas imágenes de antaño que tan difíciles son ya de encontrar en nuestros pueblos y ciudades.
Este es un paseo en el que acercarte a la gente será fácil y te traerá muy buenos momentos de conversación, ese gran placer tan olvidado en tiempos de Whastapp.
El alma artística de Pigna es la Casa Musicale, una hospedería que es toda una institución, acogiendo a músicos que pasan por el pueblo y donde si tienes suerte, podrás asistir a algún ensayo o concierto.
Y si quieres continuar tu viaje en el tiempo, acércate a Sant’Antonino, un pueblo medieval que está considerado como uno los Pueblos Más Bonitos de Francia.
3. La gastronomía local: sabores tan intensos como los recordabas
La naturaleza intacta de Córcega incita a sus agricultores a cultivar la tierra con el respeto que se merece. Los ganaderos también hacen su parte y aquí no verás granjas de cría intensiva sino terrenos donde ovejas, cabras y vacas pastan con tranquilidad.
Este buen hacer se refleja en los sabores de su gastronomía, rústica, sí, pero intensa y verdadera.
Empecemos por la charcutería: coppa, lonzu, prisuttu, figatellu… placeres que alegran cualquier paladar y que te llevarán, quizá, a momentos de tu infancia. Ideal acompañar esta carne con polenta de castaña, uno de los productos más conocidos y apreciados de Córcega.
Como no podía ser de otra manera en Francia, los quesos de Córcega tienen renombre mundial. El más conocido es el brocciu, un queso de cabra o de oveja con denominación de origen del que se suele decir que “quien no lo ha probado, no conoce de verdad la isla”. Como tierra de pastores que es, encontrarás otros quesos intensos como el venachese, orezzincu y calenzana.
¿Quieres acompañarlos con vino? Si has recorrido los viñedos sabrás ya apreciar el valor de los vinos corsos como el Nielluccio o el Sciaccarello, ambos tintos con carácter.
Y para terminar, un licor. En Córcega encontrarás el famoso pastis francés que rivaliza con el Cap Corse local, que te resultará de lo más reconfortante.
Consejo Descubrir: si estás en Bastia un sábado o domingo por la mañana, acércate al mercado junto a la iglesia de San Juan Bautista. Aquí podrás degustar el brocciu y otros quesos de oveja y cabra, charcuterías de gran calidad y las mgliaccioli, unas crêpes de queso que preparan en el momento y son una auténtica delicia.
Cómo llegar a Córcega
La mejor manera de llegar a Córcega desde España es en avión. En verano hay vuelos directos desde Madrid y Barcelona hasta Bastia y el resto del año, puedes volar cómodamente vía París o Niza.
Si no te gusta el avión o prefieres llevar tu coche, puedes desplazarte hasta Marsella o Niza y desde allí coger uno de los barcos que van hasta Ajaccio.
La mejor forma de desplazarse por la isla es en coche aunque las carreteras son estrechas y con curvas sobre todo en el interior, por lo que es recomendable confiar en un conductor local, que además te hará el viaje mucho más cómodo y seguro.
En cuanto al transporte público, existe un tren turístico llamado Trinighellu (trenecito) que es más bien una atracción turística que recorre el litoral y las montañas, llegando a algunos lugares de más difícil acceso por carretera. El recorrido cubre 232 km y tiene 16 estaciones entre Bastia y Ajaccio donde podrás bajar y explorar.
Foto de Gilbert Bochenek (Gilbertus) – Own work, CC BY 3.0