29 de octubre de 2020. Autor: Jesús del Caso
Guayaquil, brillante y desenfadada, nos espera frente al agua inmensa del gran Guayas.
Llegamos a Guayaquil en una mañana cambiante, con nubes, de esas que cierran a un mundo gris y como somnoliento o abren, a su capricho, al brillo y al murmullo de las fuentes y los colores. Guayaquil es vibrante incluso en lo gris y en la llovizna. Despuntan, entre los barrios y avenidas, sus cerros con brillantes casitas de colores, como oteros desde los que casi avistar la mar, tan cerca, pero tan lejos, y el poderoso río Guayas amenazando con saltarse el malecón e instalarse en las calles.
Guayaquil es la capital económica del Ecuador, puerto de mar sin mar, el cual se intuye, a menos de 20 Km., en la desembocadura del Guayas, donde el río y el océano se juntan para formar el entrante de mar más amplio del Pacífico en Sudamérica.
La ciudad tiene una visita fácil, bien localizada, con atractivos destacables y amplio espacio para el deambular y el descubrir que tanto nos gustan. Lo fácil es pasear por el centro, y empezar en el Hemiciclo de la Rotonda, el monumento a Bolivar y San Martín, cuyas estatuas se alzan en el Malecón mirando hacia el populoso Bulevar Nueve de Octubre. Podemos pasearlo al gusto: edificios altos, estatuas, fuentes, numerosos comercios… y andar hasta el parque Centenario. También, un poco más al sur, más cerca del Malecón, podemos llegarnos hasta la hermosa Catedral Metropolitana y el Parque Seminario, justo enfrente, y disfrutar de sus curiosísimos habitantes. No se os olvide comprar antes unos cuantos plátanos, (luego os explico), os pueden hacer mucha falta…
Desde el Hemiciclo, eje imperdible de la visita a la ciudad, también podéis seguir el malecón hacia el Cerro de Santa Ana, ese montón de casitas de colores al que no os podréis resistir en cuanto lo avistéis desde la orilla. Desde su cima se observa, al norte, la imponente intersección de los ríos Babahoyo y Daule que forman el Guayas, la Isla Santay, Durán, en la otra orilla y, al oeste, el Cerro del Carmen y el resto de la ciudad. Llevaos unos prismáticos, igual desde allí descubrís nuevas rutas por la ciudad. Ah, y comprobad que lleváis pilas en la cámara y espacio en el zurrón de las sorpresas porque la cima del Cerro no deja indiferente a nadie. (Ahora os explico).
#VENADESCUBRIR
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EL MALECON: Pocas veces un río nos ha abrumado más que el Guayas, su enorme caudal es un mar horizontal, de rumbo fijo y corriente poderosa camino del Pacífico. El Malecón es el centro de la vida social de Guayaquil, donde pasear, donde hacer deporte, donde comer, tomar unas copas o casi cualquier cosa, incluso disfrutar de las vistas de la ciudad desde la Perla, la famosa y enorme noria del Malecón 2000.
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EL CERRRO DE SANTA ANA: 456 escalones numerados para subir, atractivos restaurantes, gentes, historia, sus casas de colores, y sus muchas músicas discordantes y divertidas. En la cima, antes de llegar al faro una sorpresa: lo que parece un restaurante temático marinero, con sus cañones, su popa recién pintada, su ancla y demás parafernalia, es en realidad una parte del auténtico “Jesus María de la Pura y Limpia concepción de Nuestra señora” no un galeón español cualquiera sino la nave Capitana de la Mar del Sur, portadora de la insignia del capitán general de la armada. Se varó, en 1654 no muy lejos de allí, perdiendo todo su tesoro.
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EL PARQUE SEMINARIO: Un parquecito como otro cualquiera si no fuera por sus habitantes. Numerosas iguanas han hecho de este parque su hogar. Sus primas de Galápagos son más famosas, pero ellas son más grandes, más coloridas y mas simpáticas, sobre todo si les das un poco de su comida favorita: los plátanos.
Estos son los nuestros. Pero seguro que hay más rincones interesantes en Guayaquil. ¿Alguna sugerencia que darnos?
